Después de las muertes de Bauleo y Ulloa me quedé muy conmovido y recordé que hace muy poco en febrero de este año también fallecía Emilio Rodrigué. Frente a tanta pérdida, frente a tanta partida hoy mas que nunca tenemos necesidad de memoria. Les acerco este texto escrito por Tomás Abraham en ocasión de la muerte de Rodrigué.
Tambien les paso el link del reportaje que página/12 le hizo a Tato en esa ocasión http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-100180-2008-03-06.html
Febrero 21, 2008
Tomás Abraham
Hoy a la tarde una amiga que vive en Salvador, Bahía, Brasil, me llamó para decirme que murió Emilio. Un baúl de vida era Emilio. Para quienes no lo conocen o lo conocen poco, fue…es, uno de los psicoanalistas pioneros de la disciplina en nuestro país, lo que significa que su importancia atraviesa nuestras fronteras. Fue analista didacta, formador de analistas en la Asociación Psicoanalítica Argentina, estudioso de la obra de Mélanie Klein - creo que se analizó con algún discípulo de ella, alguien de importancia - miembro disidente de la asociación en la década del setenta, debe salir del país en esa época y se va a Bahía. Allí sigue su vida de analista, escribe muchos libros, algunos sobre su vida y sus mujeres, ya había escrito para el cine, se casa con una Mae bahiana, ¿ se llamaba Gracia?, se mulatiza, mira cada culo que pasa por la playa de Ondina, Itapuá , Jardim de Alá, toma cerveza desde la mañana, acoge a un hijo enfermo y desvalido que se muere un tiempo después, escribe un librazo sobre Freud en dos tomos que leeré apenas pueda, tiene unos ochenta y tantos y se muere, y recuerdo que hace unos años en Salvador apenas arribado lo llamo por teléfono y me dice que al día siguiente cumplía ochenta y que se iba solo a festejarlo por unos días al Club Med de Itaparica. Solo. Al volver me dijo que se aburrió, no trabó relación con nadie, ni siquiera había cogido. Hace rato que no se desposaba. Hacía un poco de gimnasia en la planta de baja de uno de sus grandes edificios frente al mar.
Un hedonista, un Henry Miller de barrio norte, un estudioso. Me escribió hace unos meses porque se había quedado sin editorial, finalmente me dijo que se decidía para lo que estaba escribiendo por la editorial De La Flor, la de Divinsky.
No éramos amigos, pero nos teníamos en cuenta. Era querible, más a lo lejos. Sus amigos del alma son Kesselman, Ulloa, Pavlovski. Me da pena, parecía inmortal, chau viejo Emilio, leeré tu gran libro.
Ah, me olvidaba, era un pensador libre.